Después
de una copiosa comida, viene el postre. Un guiso muy especial, que no empacha y
llena de dulces sensaciones las palabras.
Un guiso
muy dulce
Dulce
es el gran amor de mi vida. Cocinada a fuego lento durante treinta años y
aderezada con los mejores condimentos, el resultado es una mujer de tres
tenedores.
Sus
hermosos ojos son de un bello color caramelo. Tiene los labios rosas como las fresas,
sabrosos y delicados cual trufa. Las mejillas siempre se conservan encarnadas
como las cerezas y su pelo desprende un encantador aroma a canela.
La
sonrisa resulta exquisita como la miel y adoro acariciar su piel suave de
melocotón. Siempre ha sido un bombón, con figura de embriagante licor.
Llena
de deliciosos ingredientes, sus palabras siempre me reconfortan con un
agradable toque a manzanilla y sus besos son de ardiente y picante guindilla.
En
el menú de la vida, Dulce nunca me ha decepcionado. Noche tras noche regreso a
su lado y ella me deleita con todos sus buenos sabores.