A lo largo de todos estos años
contando, he buscado y rebuscado historias nuevas de biblioteca en biblioteca.
Tengo un secreto que contaros, allá donde voy, siempre llevo libros con tejuelo
para contar. Más que nada, porque esa sensación de transmitir una historia que
mil manos han tocado¡Me encanta!. Esto no quiere decir, que no tenga mis libros
propios y mis autores favoritos.
Tras largas horas preparando
sesiones, historias nuevas, no paro de sorprenderme, gratamente, la cantidad de
libros, que con los años, he pasado por alto. Cuentos que estaban allí
esperando a ser abiertos. Libros que quizá estaban prestados, perdidos, mal
colocados o que simplemente al estar en colecciones interminables, mi ojo de
lectora habían pasado por alto.
Por eso, en cuanto abro un
libro, esperando encontrar una nueva historia, leo rápidamente, sin una idea
preconcebida de una sesión concreta. Analizo
su ritmo, su estructura y qué decir tiene, las ilustraciones que te entran por
los ojos (aunque ellas no te ayuden mucho para contar de viva voz).
Suelo coger libros de cinco en
cinco (para no volver loca a mi compañera de la biblioteca), y a veces, los dejo
todos y me vuelvo a fundir entre el huracán de palabras, títulos, historias y
leyendas. Así durante horas.
Las sesiones que más llenan mi
tiempo, son las dedicadas a los bebés. Pues cada semana, tengo a casi 40
familias, con niños de 8 meses a 2 años, ávidos de nuevas historias en 20
minutos. Y por ellos, niños y padres, que puntualmente vienen cada sábado,
llueve o truene, año tras año, viendo crecer a sus hijos cuento tras cuento.
Intento encontrar, transmitir y hacer sentir nuevas historias cada fin de
semana. Deciros ,que ellos me ayudan bastante, cuando un día lo tengo torcido o
no estoy muy fina, ya que participan, estimulando a los niños a cada golpe de
voz.