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La razón para escribir, o al
menos la mía, es abrir las puertas de la imaginación a lo que me rodea. Recrear
ese mundo interior que sólo los que los exploran saben encontrar y expresar.
Mucho se ha hablado de las
musas, en mi caso musos. Mucho de
ellos se ha contado y algunos no lo encuentran nunca. Pero creo ciertamente,
que la inspiración está donde menos lo esperamos, en las pequeñas cosas que
hacen que la vida sea tan bella.
Podemos hallar tema para un
libro en una simple gota de agua , en el cantar de un ave extraña, o en el
descubrimiento de algo diferente en un rincón que no sabemos cómo ha llegado
allí.
Los duendes están continuamente
llamando a la puerta de nuestro cerebro, pero cada uno los entiende a su modo.
Unos tienen dotes para la cocina, otros para el canto, unos para el deporte y
otros tienen gracia para contar chistes. Todos ellos en conjunto son los que
hacen al mundo diverso y rico.
No hace mucho, caminando por
la calle, sin mp3, sin móvil, sin prisa y sin vergüenza (que es como se debe
caminar); escuché el graznido de una gaviota. ¿No debía estar allí?, ¿no vive
cerca del mar? Sobrevolaba un jardín con lago de ciudad y patos urbanitas, y
pensé que debía ser una gaviota de agua dulce. Mi cabeza comenzó a inventar
historias, relatos de un huevo huérfano, de una garza perdida, de una gaviota
criada por el sol y la luna. De un bello reencuentro entre dos aves que vagan sin rumbo,
que aprenden a vivir de manera distinta a lo que se presupone ser una gaviota o
una garza.
Este sábado, entre
conversación y caña, caña y conversación, alguien comentó un recuerdo escolar.
Los miércoles de ceniza, los alumnos del colegio iban a misa para después continuar
sus clases de matemáticas o música con la ceniza en la frente. Me abstraje de
la conversación (como siempre últimamente) y pensé cómo sería la experiencia de
un niño extranjero, de cualquier otra religión, que llega a un colegio español
y se encuentra con el resto de la clase en esa situación. ¿Qué pensaría?, ¿cómo viviría ese día diferente? .De nuevo comencé a inventar una historia, llena de humor en esta
ocasión, que otro día os contaré.
Conforme van pasando los
meses, me voy dando cuenta, de que en la cabeza tengo infinitas historias por
contar. Historias que me sanan al escribirlas, que viven en el papel y que
transmito a los demás y que cada uno interpreta de modo distinto. Siendo egoísta,
me sirven de método de escape, de terapia para expresar esa vida que llevo
dentro y cuyo fin es “ tener algo que contar”.
¿Acaso la cultura no nació
para expresar? Pues animémonos a encontrar nuestra propia voz, sea haciendo
ganchillo o siendo la persona con la cabeza más grande del mundo. Busquemos
nuestros propios musos, aunque sea
haciendo castillos de naipes.
Para terminar os quiero
regalar un relato, porque me da la gana, no siempre hay que tener una razón
para hacer sonreír a los demás. Os dejo el enlace al texto, ya que va a
concurso y no debe estar publicado en ningún medio. ¡Qué lo disfrutéis!. Un superhéroe con gafas
Mi razón para seguir blogs es leer entradas tan originales como las que escribes. Un abrazo
ResponderEliminarGracías Lorena, con seguidoras como tu es fácil.Un abrazo
ResponderEliminarLa verdad es que se nota que eres una persona muy creativa...que envidia
ResponderEliminarFíjate Kabu, que de tanto leer libros infantiles por mi trabajo se me ha desarrollado más la imaginación que otra cualidad.Un besote
ResponderEliminarMe deleita encontrar otra alma soñadora, quienes disfrutamos escribiendo prosa vivimos nuestros sueños sin pensar que alguien un día nos entienda y disfrute.
ResponderEliminarUn gran abrazo soñadora.
Luis (El Moli)
Luis, perdona la tardanza, pero a ratos necesitamos desconectar. Escribas lo escribas, siempre dejas escapar un pesamiento, y eso, es lo mejor para enriquecer este mundo, o al menos, para estar en paz.Un saludo grande y espero seguir leyéndote!
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