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Primer Plato: Sopa de letras
-¡La sopa de cebolla está sosa, hijo! –Dijo una señora de
pelo cano sentada en la mesa número ocho.
Mientras que ella hacía nevar sobre el líquido, pensé apenado en las veces que me habían llamado soso a lo largo de mi vida.
Siempre he sido algo insípido, la verdad. En mis cumpleaños nunca sabía qué decir cuando abría los regalos. Jamás he contado un chiste bien, pues no tengo chispa. Nunca he sabido ligar y era el típico soltero pasmado que bebe solo en la barra. Y cuando me casé, mi mujer hacía todos los planes de enamorados, pues nunca sabía qué proponer.
Y con este carácter tan insulso, no es de extrañar, que no recuerde echarle sal a la sopa. Pero mis clientes siempre sonríen cuando prueban mis postres, nunca se me olvida espolvorearlos con azúcar.
Mientras que ella hacía nevar sobre el líquido, pensé apenado en las veces que me habían llamado soso a lo largo de mi vida.
Siempre he sido algo insípido, la verdad. En mis cumpleaños nunca sabía qué decir cuando abría los regalos. Jamás he contado un chiste bien, pues no tengo chispa. Nunca he sabido ligar y era el típico soltero pasmado que bebe solo en la barra. Y cuando me casé, mi mujer hacía todos los planes de enamorados, pues nunca sabía qué proponer.
Y con este carácter tan insulso, no es de extrañar, que no recuerde echarle sal a la sopa. Pero mis clientes siempre sonríen cuando prueban mis postres, nunca se me olvida espolvorearlos con azúcar.
qué hambre me está entrando!. Muchas gracias por el primer plato
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